viernes, 27 de mayo de 2011

Le saco la sal?

Andaba yo un día, medio entonada con el aire citadino y bohemio, casi arriba del balón la verdad, en uno de esos bares, como tantos de ciudad, cuando me encontré con una muy querida amiga (regia la yegua).Después del saludo y abrazo de rigor, le pregunto mostrando mi bella sonrisa:
Y cómo has estado?

-          “aquí poh, pasando penas, después de la media embarrá que quedó hoy con el Gonza, no me queda de otra que alcoholizarme…me sacó de mis casillas ”

Ahí paré las antenas porque ese chiquillo es un pan de Dios, me negué casi instantáneamente a pensar que pudo haber hecho algo fuera de lo habitual.
Y siguió…

“De partida es un impuntual, no se preocupa en lo más mínimo por los esfuerzos que he dedicado a esta relación, claro, como él se hace el bueno, cree que todo el mundo tiene que aceptar sus actitudes, y no solo eso, no piensa en mí, ni en el tiempo que lo esperé pudiendo pasar cualquier cosa, y si me asaltaban? Le dije que ya estaba cansada de ser la última en la lista de sus prioridades, siempre tiene algo más importante que hacer y dónde quedo yo? Dime. Dónde?”

Con las pepas abiertas, imaginando la triste y larga espera, lo único que atino a decir es: Que lata y cuánto rato estuviste esperando?

-Diez minutos!!! Imagínate.

 Yo, que soy una impuntual por naturaleza,  al escuchar la cantidad de tiempo, casi me da un ataque de risa.

 Weona, anday con la regla?

Efectivamente… y me dio pie para pensar.

Nadie en la faz de la tierra ha sido capaz de descubrir la fórmula correcta para llegar a entender a nosotras las mujeres.
Años de investigación, publicaciones de textos, libros, estudios, manuales completos de psicología femenina, autoayuda y un cúmulo de reportajes y teorías psiquiatricas al más puro estilo Freudiano, no han bastado para  hallar la “solución” a tan interesante (obvio) y difícil ecuación. Más difícil aún  en “esos días”.
A raíz de ello, somos blanco de críticas, de burlas, bromas,  pelambres varios e insensibilidad masculina. Incluso los antiguos “sabios” tildaron a la mujer de “impura” mientras duraba el ciclo. Injusticia y discriminación.
Pero admitamos, solemos comportarnos como un verdadero cacho. No por nada la publicidad en la  TV de los productos para el SPM nos describe tan bien. Lloramos a mares hasta por lo más insignificante, estamos inconformes con todo, con la ropa, nuestra apariencia, con las opiniones de los demás, por el día que amaneció nublado, por nuestro trabajo, los compañeros, etc. Nos enojamos descomunalmente por cosas ínfimas  y en fracción de segundos, ya estamos riéndonos otra vez (eso demuestra lo frágil que es la psiquis femenina). Para rematar, nos da rabia que el chiquillo no nos entienda ni sepa lo que queremos, como si no nos apoyara, lo encontramos inmaduro, poco comprometido, que no se cuadra  con nosotras y empezamos con una seguidilla de reproches cual madre a su hijo cuando se ha mandado una cagá, pillándolo desprevenido y sin oportunidad de defenderse, de atinar a decir algo, porque claro, como no es tonto, en una de esas lo que diga, quizás sea peor…No es adivino!.
El pobre hombre paga los platos rotos por nuestro estado ciclotímico, soportando además, la típica frase dicha entre moco y lágrimas,  con un melodrama digno de un Oscar: “No me quieres”.

Algunas ya hemos aprendido a manejar un poco más el tema, pero sigue siendo complejo y es que no solo lidiamos con los cambios nosotras mismas, arrastramos a todos con ellos. A saber: El cuerpo se hincha, las pechugas y útero duelen, salen espinillas, flujo vaginal (lo que para algunos entorpece el sexo), calambres abdominales, nos da una ansiedad tremenda y comemos como si se fuera a acabar el abastecimiento mundial, batallamos con los cambios de ánimo, nos da rabia o pena todo lo que pase a nuestro alrededor, nos sentimos confundidas…sale todo nuestro lado bipolar, y en esas instancias, somos tan poco claras, que terminamos retorciendo los sesos de los hombres…
…..Créanlo, nosotras también navegamos a oscuras. Aunque igual, a estos cabros no les cuesta nada subirnos un poco la autoestima un par de días al mes, quizás con un piropo mínimo. Un te ves bella, bastaría para bajar el nivel de estrés que causa el desorden hormonal. Porque sepan, mente, cuerpo y espíritu, quedan totalmente desconectados!.  Más encima, parecemos viejas decrepitas, tomando agüita de manzanilla, poniéndonos guateros en la panza y comprando todo tipo de productos para el periodo menstrual sin siquiera coquetear con el farmacéutico!. No hay ánimo para eso.
Pero ojo, si la cosa no es por  sintomatología de aquellos días y es algo  bastante frecuente, por favor, por el bien de la humanidad y de aquellos hombre buenos y fieles (los hay aún) váyase directo a consultar al  psiquiatra y que le hagan una mantención porque algo debe estar fallando en su cabecita. Y si no quiere eso, deje libre al chiquillo para que conozca a alguien cuerdo y haga todos sus esfuerzos por emparejarse a un ingeniero calculista o a un vidente. En una de esas, él sabrá como manejarla o anticiparse a sus episodios. Mientras, trate de contar hasta el millón si es necesario, antes de decir o hacer algo de lo que después se arrepienta.

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