miércoles, 30 de marzo de 2011

Eva era felíz

Hace tiempo que dejamos de temerle a la intimidad (creo). Ya no nos desvestimos en tiempo record ni imitamos a Flash corriendo raudas a la cama para que no vean nuestros “defectos” y no nos envolvemos en una sabana desde los hombros a los tobillos para ir al baño.
Analicémoslo. Qué esperamos ocultar después de haber intimado? Quizás el primer encuentro siempre está lleno de nerviosismo, es un poco obvio y somos por naturaleza inseguras, que el rollo demás, la celulitis, estrías, que nos falta relleno en los glúteos, en los senos, que nos sobran caderas, que mis piernas son muy cortas (o muy) largas y hasta lunares que no nos gustan y la lista sigue. Tonterías!
La Maca me dice cada vez antes o después de sus encuentros sexuales:
“No. Que lata que me mire fijo y descubra que no estoy conforme con mi descuidado cuerpo”
Y qué? Nadie lo está. Es tu cuerpo, aprende a lidiar y a sentirte orgullosa de él.
Prefiero ser cautelosa.
Saqué un cigarro. Maldito vicio.
Dime algo… alguna vez te empelotaste sin complejos frente a un hombre?
Ante su respuesta negativa mi primer sentimiento fue de compasión. En realidad no llegaría a nada afirmando que la desnudez  es algo bello, natural y grandioso compartir (menos a esta cabeza dura).
Bueno, todas pasamos por algo así, le dije con macabra indiferencia mientras exhalaba el humo. Y Algunos son tan directos que nos toman desprevenidas. Horror! tuve frente a mí un recuerdo tan vivaz de mi experiencia que la empatía fue instantánea.
Otra vez la herencia cartucha. Y es cierto. Al desnudarnos muchas (o todas) nos sentimos cohibidas o avergonzadas, quizás porque dejamos al descubierto quienes somos, de que estamos hechas sin la parafernalia de la ropa.
 Me veo a mi misma años atrás, pidiendo no encender la luz, levantándome sigilosamente de la cama a la ducha, mientras mi compañero duerme, y volverme a vestir, evitando así cualquier mirada en profundidad o pregunta inadecuada respecto a mi cuerpo. Y la sociedad no nos ayuda en nada al mostrarnos publicidad con  mujeres que la gran mayoría no somos, pero que queremos ser. Envidia.
Aparte de todo, se han fijado que nos toman como especimenes de laboratorio? Se inmiscuyen en cada parte (a la vista o no) de nosotras y se hace incómodo soportar las miradas curiosas.
A mí me duró harto, le dije con humillante honestidad. Sin embargo la transición tarde o temprano llega. No te preocupes de algo secundario  antes de disfrutar de los minutos siguientes.
Siendo sincera, en ese momento pensaba en las estrías de mi cuerpo tratando de convencerme que no tienen importancia. No. No las tienen. Eso es superficial. Debieran educarnos desde chicas a lidiar con los complejos (a veces absurdos) a los que estamos expuestas.
Desvía la atención con alguna charla, utiliza las técnicas que hemos aprendido con los años, o por último, puedes fingir (me mira risueña). Eso es algo que todas hemos hecho en algún momento (no es necesario que lo nieguen).
Quizás no sea el indicado.
(Gran verdad).
Quizás crees con fanatismo apostólico que recibirás críticas.
Es posible. Aún así no quiero ser foco de su atención.
Bueno, nosotras estamos acostumbradas a criticar, a veces tan ásperamente que logramos el desconcierto masculino. Quizás porque manejamos los temas de otros con más desenvoltura que los propios…y somos taaaan influenciables. No digan que no. Esperamos aprobación en todo, en el maquillaje, en la ropa, en el corte de pelo, en los resultados de nuestro trabajo, etc. La gracia está en que no dejemos de ser nosotras mismas ni dejemos de lado lo que nos gusta hacer.
Hasta aquí ya parecía terapeuta y me estaba incomodando el kilo que subí el último mes. Debo volver a conectarme con la tierra al menos por un tiempo (lechuga, tomate, apio, acelga, zanahorias)
Relájate. No estás en el banquillo de los acusados. Una opinión es eso una opinión y lo que cuenta es lo que  tú crees de ti. (espárragos, berros, espinacas, berenjenas, frutas)
No soy buena para aconsejar.
Apago el pucho.
Querida, somos maravillosas, no lo pases mal. Por qué esperar validación externa?
Es una de dos: O te lanzas al proyecto del natural desnudo, o te vuelves virgen. Tú decides.

(Voy por verduras!)

martes, 29 de marzo de 2011

Tenemos Noticias

Pocas veces son las que no he disfrutado de una reunión de camaradería con mis amigas, tan lindas del alma ellas. Sobretodo esas juntas en la que nuestro principal objetivo es desmenuzar los pormenores de la vida en pareja. En palabras simples: pelar a los hombres.
Debo admitir que me encanta hablar sin sutilezas ni recatos de temas tan comunes como el sexo. Atrás quedó mi época machista en que creía ciegamente en que hay cosas que no debemos hablar las mujeres, vetar toda pregunta o duda y arreglárnosla solitas para salir del paso. Que mal. Culpo a la crianza cartucha de una familia chapada a la antigua. Superada esa etapa que me duró años (los suficientes para darme cuenta que perdí valioso tiempo), comenzamos a hablar más asiduamente  de los detalles que nos inquietaban a cada una. Acompañadas de juguito de limón (con alcohol) nos introdujimos amenamente a la charla.
Piensas que el tamaño importa? 
Milímetros, centímetros… anatomía masculina
Honestamente no tengo quejas al respecto, he visto, he tocado, he sentido  (entre otras cosas) distintos tamaños y creo que he sido afortunada.
Pero fríamente… ¿Hace la diferencia?
Es aquí, en este punto exacto en que el tema empezó a ponerse bueno. Claro, hablamos de nuestro placer y de quien lo hace posible, ya sea la pareja formal o el de turno. No hablemos de caricias previas, ni de lo importante que son para tener un orgasmo, dejemos eso de lado, incluyendo besos y admitamos que somos empáticas con la seguridad masculina y no les decimos a ellos lo que realmente pensamos de su miembro viril. Y vaya que tenemos cosas que decir!.
Inseguridad. Les han oído decir a ellos alguna vez “chico pero empeñoso” ¿ y a nosotras afirmar “no me hizo ni cosquillas”? Es más habitual de lo que creemos.
No te quejes, le dije,  sabemos que disfrutas de tus encuentros sexuales.
Y la Pía me introdujo una inquietud significativa (a esta altura hecha manía).Tanto así que cada vez que conozco a un tipo no puedo dejar de pensar en cigarros. Créanlo.
El tamaño importa, dice, da lo mismo lo que expliquen a modo científico, no creo en determinados estudios ni en la medida normal del chileno, ni me interesa lo que piensan los demás, pero les digo, para mí (y en ese momento toma mis Belmonth) esta cajetilla en su estado “poderoso” es insignificante.
Poco, minúsculo, pequeño, corto, escaso, exiguo, mínimo, iñi piñi, llámenlo como quieran, un cigarro son poco más de ocho centímetros. No pude evitar reírme de su suerte, más bien de la suerte de ese hombre, que demás está decir que no le gusta hacerlo con la luz encendida. Recordé entonces que no he conocido a alguien con esas medidas… igual es poco, sobretodo para mí que tengo las manos enormes. Porque entiendan, no es que me importe, ya lo dije, no tengo quejas. Tampoco es cosa de andar con una huincha y ver si mide más que una cajetilla, pero a modo de confesión,  no quiero encontrarme uno así.  Que hago si me quedo pasmada mirando lo diminuto que es?  No tengo un alma tan caritativa para dedicarme a subir el ego de un macho herido con la naturaleza por lo que le dio. Tampoco salgo bien librada de situaciones incómodas, no tengo esa capacidad de acción y reacción. Por eso, estoy cien por ciento segura de que si espera mi conformidad, antes de decir cualquier cosa cuerda, lo primero que diré será: chico. Y hasta ahí llegaría. Ninguna de nosotras (Admitámoslo), quiere conocer ocho centímetros. Por lo tanto, atentos hombres! Hay que saber utilizarlo pero el tamaño Sí importa.


Y bien, creo que iré a fumar.