martes, 25 de octubre de 2011

El que esté libre de pecado...

Una vez estuve enamorada. Enamorada a tal punto que sentía las típicas cosquillas en la panza, esas raras mariposas de las que muchos hablan, aquellos escalofríos que te recorren el cuerpo (o como quieran llamar a la extraña sensación), que no me importaba nada más que él, dejando así, de lado a amigas, familia, panoramas y las cosas que me gustaba hacer, porque para mí, el tiempo juntos se convirtió en invaluable. Adoraba las caminatas por las tardes tomados de la mano, las conversaciones triviales, la seguridad que sentía al estar acompañada de quien amaba y una montonera de etc, porque ya saben, cuando una se enamora, se llena de expectativas y empiezas a soñar hasta con la posibilidad del matrimonio feliz, una casa y obvio que los hijos para completar el nido. El cuento de hadas… Debemos reconocer que en la etapa pre-escolar ya soñamos con el imaginario principe azúl.
Hasta ahí todo bien, pensé obviamente que era correspondida, y en cierta medida lo era, salvo que compartía ese cariño con otra.
Cómo me di cuenta de eso? Las señales fueron bastante claras: Comenzó a hablar por celular lejos de mí, salía con los “amigos” todos los fines de semana, sus viajes fuera de la ciudad eran recurrentes, el tiempo juntos ya no era el mismo ni tampoco las cosas que hacíamos. Pregunté varias veces si “algo” pasaba, pero la respuesta siempre fue la misma: Nada.
La distancia entre ambos iba creciendo conforme pasaba el tiempo y aún así no quería darme cuenta ni admitir que la relación  estaba muriendo o quizás ya había muerto hace rato.
Pero el asunto fue mucho más fácil, me convencí cien por ciento y sin lugar a dudas, cuando una tarde cualquiera (mentira, una tarde de día lunes, invierno, a eso de las 17:30hrs) abrazado a otra, lo vi en una estación de metro (Ñuble).
Se han fijado cuando dicen, como para dramatizar una historia: “el corazón me dio un vuelco?, No quiero ser melodramática ni que este relato parezca cebollero, pero sí, el corazón me dio un vuelco.
Me bloqueé y no hice absolutamente nada (gracias a Dios, Alá, Yavé, la pacha mama, Odin, el universo y todos los caballeros del zodíaco)
Pude haberlo encarado frente a ella, pude haber gritado, cacheteado, soltar decenas de garabatos que  merecía, preguntar por qué, cómo, desde cuándo, etc.,  pero no lo hice. Él me vio, y yo esperé estoica a que se despidiera. Cuando por fin ella tomó su tren, me acerqué (habría sido demasiado si me pongo a patalear como loca)
Demás está decir que la relación termino esa misma tarde, aunque rogué, sí rogué, pedí por favor que nos diéramos la oportunidad, que lo amaba, que no veía la vida sin él etc. El colmo de patética, arrastrada, indigna (les suena familiar?).

Como es característico en una “enamorada”, lloré hasta el cansancio (frase ultra utilizada pero en este caso muy cierta), y por más cansada que estuviera, por las noches despertaba a sobresaltos y no volvía a dormir, no tenía hambre alguna por lo que bajé de peso en forma muy rápida (las penas de amor son la mejor dieta), perdí mi autoestima sintiéndome como un consomé de pana, no me motivaba absolutamente nada ni me maquillaba, bañarme para qué? hasta lavarme los dientes era un esfuerzo que yo creía innecesario. Fue en ese momento que logré entender La metamorfosis, la estaba viviendo, no era yo, y al verme tan emocionalmente desequilibrada, me mandaron de una al psiquiatra.

Me humille a mí misma al dejarme pisotear y al pedir una oportunidad. Cómo podía guardar aún después de todo la esperanza de volver?
Vaya uno a saber por qué razones algunas integrantes del gremio femenino hacen oídos sordos a los consejos a veces muy acertados de sus pares, incluso por encima de sí mismas. Yo que siempre he sido bastante razonable, caí en eso, y el resultado fue denigrante. Es más, ahora que recuerdo el episodio, me siento una soberana huevona (es lo mínimo que diré). 
Cuál era el miedo? Quedarme sola? No encontrar a alguien en un futuro? Haber perdido al “amor de mi vida”?
Acaso se habían acabado los hombres carajo???
Empecé a seguirlo, a anotar sus horarios para encontrarme con él de “casualidad”, revisaba perfiles y mails (aunque ese es otro cuento) y como su madre me adoraba, me aproveché de eso para saber en qué estaba, lo que hacía, quienes eran sus nuevos amigos y si seguía con “esa”.
Psi-có-pa-ta!
Y mientras, para paliar el insomnio, la psiquiatra me había dado medicamentos para dormir y otro que me hacía sudar como ardilla en rueda, me daba plancha alzar los brazos porque goteaba sudor.
Los dejé a los tres días.
El único consejo que seguí al pie de la letra (después de volver un poco a la cordura), fue andar siempre como portada de revista: bella.
Lamentablemente (o afortunadamente) no podemos hacer nada para dejar de querer de la noche a la mañana y menos que nos quieran y el peor error en que solemos caer, aunque sea una vez en la vida, es dejarnos de lado por completo. Algo que a estas alturas me es difícil de entender. De los errores se aprende...
Ah y fijo que empiezas a evaluar la situación, a pensar que tuviste la culpa por ser tan celosa, quizás preocupada demás, o que no cambiaste aquello que él te pidió, o por no hacer o decir lo “correcto” y te responsabilizas de que fulano corriera a los placeres que otra le daría a brazos abiertos (bueno, no solo eso).  No. No es tu culpa que un hombre no sea tal y se mande mariconadas que terminen afectando lo que eres.

Por otro lado, la liga de la justicia (mis amigas) me daban ánimos diciendo cosas como: Déjalo después se va a arrepentir, hay más peces en el mar, tomémonos algo para pasar las penas, olvídate de ese perro sarnoso hdp que no vale lágrima que derramas, etc. Ni una de todas me dijo en ese entonces, que el principal motivo por el cual debía hacer borrón y cuenta nueva, era yo. No solo porque soy increíblemente valiosa, hermosa, inteligente, digna, merecedora de lo mejor, etc. Si no, porque estaba siendo ridícula, espantosamente patética y con eso lo único que conseguía era dar lástima y obviamente alejar a todo el mundo. No me dijeron: “déjate de hueviar, estay haciendo el loco”. Juro que con eso habría sido suficiente, pero nooooooooo dejaron que botara mi pena de la peor forma posible (aunque quizás era necesario que así fuera) convirtiéndome en un bicho aislado al igual que Greogorio Samsa.
                                                                                       
Desde esa relación, me juré a mi misma jamás de los jamases olvidarme de lo importante: Yo. Y por ningún motivo dejar que una amiga pase por lo mismo, aún a riesgo de que me quiten el habla. Primero una, después el resto. Si no te amas tú, difícilmente alguien lo hará. Tanto llegué a pensar en eso (es 100% cierto), que increíblemente se dieron vuelta los papeles. No es algo que ahora me importe, en realidad ni siquiera lo busqué, simplemente si te das el valor que corresponde, te apreciarán según ese valor.

No hay que olvidar que tú misma haces tu vida, tú la manejas, de ti depende ser felíz o no, tú eres quien vale, así que no hagas el ridículo. Siempre digna! 
Como dice mi personita de tres años, todo es cuestión de actitud.

1 comentario:

  1. Que increible como nos cambia la vida, que terrible tener que pasar por eso... me dio pena, porque si, como podemos a llegar a ser tan weonas, amor propio es lo que siempre me he repetido, me acuerdo cuando vi las fotos del innombrable, tenia la duda, pero pedia a gritos saber si tenia a otra y si... fue CUATICO, vi las fotos y MURIO todo el amor que sentia por el, toda la admiracion que tenia hacia el, ya veras... no roge, no hice el loco, no hice el papel de tonta, me calle e invente el mejor plan de venganza... jajajajaja me acuerdo y me rio, fue maquiavelico, disfruto cuando recuerdo como le tiritaban las manos, pobre¡¡¡ yo creo que si, el me queria, se que aun me quiere, que esta arrepentido, pero desde esa vez empece a vivir MI PROPIA VIDA, la que habia abandonado, en el tiempo que estuve con el, perdi la alegria que todos decian que era caracteristica en mi, me acerque a mis amigas y asi empece a disfrutar a tal punto que ame en poquisimo tiempo mi propia vida, mi libertad y sin buscar nadaaaa ni necesitar a nadie... aparecio el amor.
    La vida es maravillosa como para desperdiciarla sufriendo, la vida hay que compartirla con quien aperre contigo, con quien te valore tanto como tu valoras.

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